De Kioto y Nara hago camino a Hiroshima. El 6 de agosto de 1945 a las 8:15 esta ciudad se hizo penosamente famosa por recibir la primera bomba atómica lanzada en la historia del ser humano. El artefacto no sólo aniquiló a prácticamente toda la población de Hiroshima (tanto directa como indirectamente en años venideros como consecuencia de la radiación), sino que destruyó la ciudad por completo.
De aquél trágico suceso hoy sólo queda, además del recuerdo, parte de un edificio que aguantó a la masacre.
Según me cuentan, hubo defensores y detractores al mantenimiento de la indicada estructura porque algunos solamente querían olvidar lo ocurrido. Pero, como bien reza la entrada al campo de concentración de Auschwitch «The one who does not remember history is bound to repeat it» («Quien olvida su historia está condenado a repetirla«), finalmente se decidió mantener este monumento.
Además, hay una estatua en recuerdo de los niños fallecidos y el museo por la paz.
Cerca de aquí se puede visitar Miyajima, una turística isla con el famoso Shrine que podemos ver en todas las fotos de Japón y un mirador arriba del monte minsen al que se puede subir en teleférico o andando (yo tuve la oportunidad de subir y bajar andando y el camino es bastante bonito pero algo durete).
De vuelta al hostel, en el tram un japo me preguntó si estaba viajando solo y de ahí empezó una buenísima conversación. Dimos una pequeña vuelta por la ciudad y me llevó a cenar para probar el okonomayaki de Hiroshima, que resulta ser distinto que en todo Japón. En Hirosima son unos noodles o soba con queso, una salsa especial y lo que tu quieras (o nada, o carne, o calamar, o gambas, o todo) y en el resto de Japón es una especie de tortilla que se suele comer como un niguiri, con base de arroz.
En cualquier caso, los dos están muy buenos y la experiencia de cenar con el japo mola mucho, gracias amigo!
Okonomayaki from Hiroshima
Buscando mi chanclo 