Tras casi 2 meses de experimentar destinos rurales y con justas infraestructuras, cambio totalmente las tornas y me dirijo a Kuala Lumpur, una de las principales capitales de Asia.

Kuala Lumpur (o KL, como lo llaman aquí) puede que sea el mayor ejemplo de diversidad de todo lo que he visto hasta el momento. Siendo Malasia un país eminentemente musulman, en KL conviven religiones y culturas islámicas, indias, cristianas y laicas. En el centro de la capital puedes encontrar una mezquita árabe, una india, una iglesia anglicana y un cementerio musulmán mezclado entre miles de templos chinos en Chinatown.

Se respira un ambiente de libertad dentro de los límites que ofrece un país islámico y puedes encontrar absolutamente de todo. Descubrir los entresijos de Chinatown hace que uno olvide realmente donde está y las calles llenas de puestos de comida evocan un profundo olor y sensación a sudeste asiático.

En medio de este ordenado caos callejero se alza la torre de telecomunicaciones de KL y como no, las más que conocidas Torres Petronas o Twin Towers, probablemente uno de los iconos arquitectónicos de todo Asia. 

Pero sin duda, lo mejor que tiene la capital malaya es la comida callejera y los miles de restaurantes indios que (medio) satisfacen las papilas gustativas de los amantes del picante. Que bueno está todo! El problema es que el arduo entrenamiento ha hecho que mi resistencia a la capsaicina (principio activo del picante) sea cada vez mayor y que los retos gastronómicos estén llegando a niveles extremos. Jordi, prepárate que no hay quien me pare!

Y además de todo lo dicho, la vida nocturna de KL también es reseñable, doy fe de las ganas de fiesta de los malayos!

Después de este pit stop en la civilización, vuelvo a la selva, esta vez toca Borneo y su naturaleza. 

Nos seguimos leyendo!