MACHU PICCHU A TRAVÉS DEL SALKANTAY TRAIL

Desde que aterricé en el norte de Colombia con intención de recorrer América del Sur he tenido que lidiar con un intenso debate interno: ¿visitar o no visitar Machu Picchu? Craso error el de siquiera plantear la opción negativa, porque esta majestuosa, conocida y turística ciudadela ha sido uno de los imprescindibles en mi estancia en el Perú.

Supongo que lo que me disuadía de visitar el Machu Picchu es el exceso de turismo (a veces muy poco responsable) y el ser incluído en el típico tour que te recoge en la furgo a las 6:00, para desayunar a las 10:00, conocer Machu Picchu en 4 horas 30 minutos y regresar por el mismo camino a las 17:00. Asique decidí hacerlo por mi cuenta, enfilando una de las aventuras más salvajes vividas hasta el momento: el Salkantay Trail en solitario.

Muchas incognitas siguen ocultas a día de hoy sobre la «Montaña Vieja» o Machu Picchu, nombre que se le ha dado a la antigua llaqta o pueblo incaica. El imperio Inca llegó a extenderse desde Pasto, sur del actual Colombia, hasta Santiago de Chile, abarcando parte de Argentina, Chile, Bolivia, Perú y Colombia. Por razones logísticas, tal imperio se dividió en cuatro Suyu o departamentos (Chinchaysuyu, Antisuyu, Kuntisuyu y Qollasuyu), ubicándose el Machu Picchu en el Antisuyu, zona noreste que abarca parte de la amazonía sudamericana.

Machu Picchu, Perú

Se dice que fue el Sapa Inca Pachacúti (algo así como el gran Rey Pachacúti) quien ordenó su construcción entre el 1438 y 1470. No está claro si se trataba de un centro de descanso, religioso o ciudad bandera del imperio, pero lo que demuestra la importancia de la empresa es que realmente fue un lugar remarcable para esta interesante cultura prehispánica.

Siguiendo el Salkantay Trail se puede llegar al santuario después de una caminata de 4 días; asique para no perder tiempo, a primera hora hago camino desde Mollepata a Soraypampa. Lo que debería ser algo relativamente absequible (unos 22 km y + D1500 metros) se torna en ardua tarea al cargar con la tienda de campaña, saco de dormir, cocina, agua y comida para 4 días. Pero… que experiencia! Tras 6 horas de resbaloso paseo planto mi tienda en medio de la nada y subo a conocer la impresionante Laguna Huamantay.

Ceno bajo un cielo estrellado y amanezco sobre el manto de nubes que cubre el Abra Salkantay, paso de montaña a 4600 metros que debería remontar con la burra a mi espalda. Paso a paso y sin cesar en mi empeño, corono la cima y en otras 7 horas encuentro otro lugar idílico junto al río para acampar y conversar con los locales sobre la historia Inca y la creencia que algunos tienen sobre el contacto de esta cultura con el mundo extraterrestre.

Misma rutina y el tercer día emprendo otras 7 duras horas amenizadas por la imaginación al saber que este camino Inca fue recorrido por tantos quechuas años atrás para coronar el Monte Llactapata, lugar desde donde puedo admirar por primera vez el Machu Picchu desde un mirador ocupado por mí, Sylvian, nuevo amigo francés con el que compartiré el resto del camino, y el dueño del camping. Amanecer viendo la emblemática obra incaica se quedará grabado durante un tiempo en mi retina.

Mirador de Llactapata, Salkantay trail

Y por fín, después de una dura bajada entre matorrales y paisaje selvático, pisamos Hidroeléctrica y un par de horas después a Aguas Calientes, pueblo situado en la base del Santuario.

Lejos de ser un fanático de la arquitectura (mis dotes creativas se las llevó algún antepasado), el diseño de la ciudadela reviste un interés especial. Tanto este lugar como las ruinas de Llactapata o Choquequirao (la hermana pequeña de Machu Picchu) están alineadas por medio de los solsticios de verano y de invierno, demostrando las grandes dotes astronómicas incaicas. Además, el sistema de regadío y recolección de agua junto con la gestión de residuos hacen de Machu Picchu una de las ciudades más inteligentes que he visitado.

También resulta curiosa la forma de construcción en la montaña, respetando a la Pachamama (Madre Tierra) y dividiendo la localidad en partes que refuerzan la montaña, zonas agrícolas, templos sagrados, casas reales y la zona del ayllu o pueblo raso. Esto, junto con la perfección del tallado de las rocas, el diseño de las casas y el saber que no disponían ni de rueda ni de metal, hace plantearse a uno la descabellada idea del contacto con el extramundo. Puedo imaginar la cara de Hiram Bingham, promotor del descubrimiento del Machu Picchu al resto del globo, a su llegada a la ciudad allá por el 1911.

Esta ruta me ha ayudado a preparar la visita a una de las siete maravillas del mundo, respetar la cultura local e imbiscuirme en las enseñanzas incaicas, algo de lo que uno puede aprender mucho. Además, la lluvia, el barro y en general cierta situación de precariedad ponen en énfasis y enseña a valorar las facilidades que nos rodean día a día.

Machu Picchu, ya estás en mi pasaporte!

10 comentarios en “MACHU PICCHU A TRAVÉS DEL SALKANTAY TRAIL

  1. Leo tu comentario con la boca abierta y no puedo cerrarla .Esta aventura te tendrá marcado por muchisimo tiempo , vamos , por vida . Besos

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  2. Muy grande! Imagino que viajar de ese modo tan diferente al turisteo tradicional te llenará de sensaciones. Tiene que ser una pasada tras el duro salkantay «ganarte» el Machu Picchu. Sigue disfrutando del Perú, hay muchísimo que ver! Abrazo fuerte!

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